Osorno y el reto ambiental impostergable
Opinión

Osorno se presenta como una ciudad verde, rodeada de ríos y paisajes que evocan pureza. Sin embargo, esa imagen idílica contrasta con una realidad alarmante: la comuna enfrenta desafíos ambientales que amenazan su sustentabilidad, su economía y, sobre todo, la salud de sus habitantes.

El primero y más evidente es la contaminación atmosférica por material particulado fino (PM2,5). Durante el invierno, Osorno se transforma en una de las ciudades más contaminadas del país, alcanzando niveles que obligan a decretar alertas y preemergencias ambientales. El uso masivo de leña húmeda para calefacción, combinado con la falta de aislación térmica en viviendas y un transporte público poco eficiente, entre otras; configuran un problema estructural. El Plan de Descontaminación Atmosférica de Osorno (PDAO) avanza, pero lentamente. Mientras no exista una transición energética accesible y políticas robustas para eficiencia térmica, seguiremos pagando un alto costo sanitario.

Otro desafío crítico es la contaminación de los cauces urbanos. El Rahue y el Damas, íconos de la ciudad, arrastran descargas de aguas servidas y residuos industriales que dañan ecosistemas y ponen en riesgo actividades recreativas y turísticas. Las denuncias ciudadanas son recurrentes, pero la fiscalización insuficiente y las sanciones poco disuasivas perpetúan la impunidad ambiental.

A ello se suma la pérdida y deterioro de humedales urbanos, que cumplen funciones esenciales para el control de inundaciones y la biodiversidad. El avance urbano, en ocasiones irregular, ha reducido estas áreas, debilitando la capacidad de la comuna para enfrentar eventos climáticos extremos que, según proyecciones, serán más frecuentes en el sur de Chile.

La gestión de residuos sólidos es otro flanco abierto. Los microbasurales proliferan en sectores periurbanos, y la economía circular es todavía un concepto más teórico que práctico. La ausencia de infraestructura para el reciclaje masivo y la falta de educación ambiental alimentan esta crisis.

Estos problemas no son meramente técnicos, sino políticos y culturales. Exigen voluntad de las autoridades, pero también compromiso ciudadano. Urge una gobernanza ambiental efectiva, que integre planificación territorial, fiscalización real y participación comunitaria. También se necesita innovación: incentivos para energías limpias, restauración de ecosistemas y educación ambiental desde la infancia.

Osorno no puede seguir apostando a soluciones fragmentadas. Los desafíos ambientales son también desafíos sociales y económicos. Afrontarlos hoy es la única manera de garantizar una ciudad saludable, competitiva y resiliente para las próximas generaciones.

Por Guillermo Díaz

Director de CEDER de la Universidad de Los Lagos

*Publicada el 28 de agosto 2025 en el Diario Austral de Osorno

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