Alejandra Lazo Corvalán.
Investigadora asociada CISPO. Universidad de Los Lagos.
alejandra.lazo@ulagos.cl
Los habitantes de Chiloé deben desplazarse largas distancias para estar conectados con el mundo exterior. Desde los viajes de antaño hacia la Patagonia hasta los desplazamientos cotidianos que implican aprovisionarse, ir al doctor, hacer tramites y visitar parientes, los chilotes han debido sortear el aislamiento geográfico, las duras condiciones climáticas y enfrentar largos trayectos para mantenerse conectados con Chile continental.
En consonancia con esta realidad es que hace un tiempo se está discutiendo tanto a nivel regional como comunal, cómo mejorar la calidad de vida de quienes habitan en estas localidades aisladas y uno de los componentes que sale a relucir es el tema de la conectividad. Recientemente se puso en marcha un subsidio que proviene de los recursos del Transantiago y que permitió reducir el costo del viaje en lancha desde dos mil pesos (en el caso de las islas más alejadas) hasta casi la mitad. Junto con este subsidio, también se licitó la concesión de operación de este servicio, lo que permitió mejorar las condiciones de infraestructura, las medidas de seguridad y los horarios. Estas medidas sin duda han ayudado a hacer más económicos, regulares y seguros los viajes, mejorando así las prácticas de movilidad cotidiana y la conectividad de los chilotes. Sin embargo, aun falta para que podamos construir políticas publicas de movilidad con pertinencia local que miren la realidad de los habitantes de las islas y que no vengan de un gobierno central o de opiniones externas. En este sentido, no sólo es necesario poner una lancha que salga todos los días y mejorar la conectividad de los isleños, incentivando a la gente a moverse, también hay que pensar en políticas publicas que puedan generar y crear recursos locales que permitan a los isleños quedarse, establecerse y anclarse. En Chiloé ya se construyeron algunas obras emblemáticas que han tenido repercusiones en la experiencia cotidiana de los chilotes. Un ejemplo de ello es el mall de Castro y el aeropuerto de Mocopulli, y se esperan para el futuro la construcción de un puente en el canal de Chacao, la construcción de un puente en Dalcahue, la construcción de un puerto en Chequián (isla de Quinchao) así como la electrificación de algunas de las islas menores y la mejora de caminos y vías, entre otros proyectos. Todo ello nos habla de un Chiloé cada vez mas conectado con el resto del país, sin hablar de la masiva penetración que han tenido las comunicaciones entre los chilotes, masificándose el uso del celular, la televisión por cable y el internet.
No podemos negar que estos cambios son importantes, pero no pueden hacerse sin pensar en una política de movilidad que sea inclusiva y local, es decir, que piense por ejemplo, en como detener el despoblamiento de las islas menores y hacer frente a la expansión urbana de ciudades como Ancud, Castro, Dalcahue, Quellón y Quemchi. Una política que permita generar recursos endógenos, al mismo tiempo que convive con este Chiloé más moderno que comienza a esbozar problemas socio-espaciales importantes y que se reflejan, por ejemplo, en los cambios morfológicos de sus ciudades, en el surgimiento de nuevas periferias y ciudades satélites, en la congestión vehicular, en la demanda por servicios básicos, etc.
Cabe preguntarse entonces, ¿Cómo construir una política de movilidad pertinente que garantice, por un lado, la tan necesaria conexión, y el por el otro, se preocupe de estas nuevas formas de ocupar el espacio fomentando procesos de desarrollo más sustentables?