Hasta antes de la elección, los actores del sistema político no tomaron en serio la elección constituyente. Priorizaron la “presidencialización” de la misma, es decir como quedaría la composición y fuerza relativa de las precandidaturas a partir de la elección de constituyentes. En regiones la mirada estaba puesta en los nuevos gobernadores: no tendrían poder, pero serían signos para lo que vendría luego. Tampoco lo hicieron los grandes medios de comunicación. Sus obsesiones constitucionales eran: el distrito 10 (para ello copiaron la ridiculez de “la madre de todas las batallas”), la contienda interna de Chile Vamos en las comunas pudientes de Santiago. Siguieron –y siguen- mimando el binominalismo, como si no se hubiese acabado hace rato y lo demostraba en la práctica con cada retiro de los fondos de pensiones. La noche de la elección el patetismo de la TV chilena se acentuó: ¿sabemos algo de quienes son los independientes?, repetían reputados “rostros” del periodismo televisivo. Todos sorprendidos ante lo que no era una real sorpresa. Pero la ciudadanía sí priorizaba la elección constituyente, como se apreció en la encuesta regional de marzo de la Universidad de Los Lagos, así como otras a nivel nacional. También se apreció en el número de candidaturas, nunca visto; en el número y proporción de listas independientes, también inédito. Dieciséis mil candidatas y candidatos daban cuenta de un enorme interés por participar. Los analistas predijeron –predijimos- la dispersión dejará las cosas mas o menos igual. No tomamos suficientemente en serio nuestro propio diagnóstico: la triple crisis chilena –sociopolítica, económica y sanitaria- requiere de una respuesta integral y ella solo se puede hacer a través de un proceso constituyente, para cambiar el estado actual de cosas. Este tiene un momento clave en la Convención, y así lo entendieron los más de seis millones de votantes. Y le dieron su confianza a las listas más comprometidas con ese proceso, privilegiando dentro de ellas a los independientes. Llegó la hora de tomar en serio la elaboración de una nueva constitución: el diálogo y la construcción de acuerdos de una sociedad no polarizada sino con una mayoría clara por los cambios. Porque desde ahora ¡todas y todos somos constituyentes!
Dr. Gonzalo Delamaza Escobar