El año del despertar
Opinion

En 2019 se coreó insistentemente la consigna ¡Chile despertó!, en el marco de la revuelta social del último trimestre del año. No sólo era equívoca la idea de que el país hubiese estado «dormido» los años previos, que tuvieron extensos e intensos episodios de movilización social por diferentes demandas. Lo más relevante es que ese despertar no condujo a un resultado político y constitucional acorde a lo deseado por los movilizados. A pesar de cumplir las reglas acordadas previamente y lograr acuerdos por supramayorías de dos tercios de sus integrantes, la tarea resultó excesiva para las izquierdas y los movimientos sociales que protagonizaron la Convención Constitucional. Fueron electos por un electorado y luego su propuesta fue rechazada por otro universo que en nada había participado previamente. Ello dio paso a un nuevo intento, esta vez protagonizado por un actor que emergió con gran fuerza electoral: el Partido Republicano. En estos días se ha cumplido un año justo de su fracaso como conductor político. Habiendo tenido la experiencia previa de la convención, la unidad partidaria, el incentivo de un líder indiscutido con posibilidades presidenciales y un texto consensuado previamente, no tuvieron la capacidad de responder a las expectativas de quienes los habían elegido cinco meses antes.

De este modo, en cuatro años habíamos transitado de la mayor movilización del siglo, a dos intentos inéditos de elaborar una nueva constitución por medio de cuerpos electos.

En el intertanto tuvimos dos acuerdos amplios de los partidos políticos y dos gobiernos de opuesto signo político, siete elecciones, dos plebiscitos y una pandemia que dejó cincuenta mil muertos y múltiples efectos en la vida social que aún no dimensionamos plenamente. Amanecimos a 2024 con un diferente despertar: luego de todo aquello estábamos donde mismo antes, sin haber resuelto ninguno de los problemas que originaron la crisis, pero con las esperanzas tronchadas y más desorientados.

Escándalos de corrupción, acoso sexual, crisis de seguridad, débil desempeño económico marcaron el año que acaba de terminar, sin que se advierta aún una perspectiva de enfrentamiento eficaz de los problemas nacionales. El 2025 que se inicia, nos llevará a las urnas nuevamente. Ojalá lo hagamos con los ojos bien abiertos y esta vez sí podamos decir que es el año de nuestro despertar.

Por Gonzalo Delamaza, investigador del CEDER.

*Publicada el 2 de enero de 2025 en el Diario Austral de Osorno.

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