Iniciamos dos procesos que pueden redefinir el modo en que organizamos y administramos el territorio en el país: la instalación de nuevos gobernadores regionales y la deliberación de la convención constituyente. El primero es resultado de un debate de varias décadas que decantó en 2018, con las leyes que crearon la figura de gobernadores regionales, pero cuya elección fue pospuesta en varias ocasiones hasta mayo de 2021. Quienes ejerzan el cargo por primera vez podrán proponer, con ciertas restricciones, un diseño institucional que quiebre la tensión entre las iniciativas presidenciales y las demandas territoriales. El segundo proceso tuvo una discusión más reciente, muy resistida por la política tradicional y que, en la forma que adoptó tras las recientes elecciones, permitiría redactar una nueva carta magna sin que algún sector político ejerza poder de veto.
Estos procesos no fueron pensados para ser implementados simultáneamente. Esto puede llevar a que los gobernadores regionales cumplan su rol sin tener la certeza de que generarán cambios duraderos, al mismo tiempo que puede condicionar a los constituyentes a adecuarse o a seguir los principios ya esbozados en cada región. Pero también hay otras posibilidades. Por ejemplo, en estas elecciones vimos triunfar agendas territoriales, con candidaturas y preferencias de voto con sellos locales. Esto puede afirmar en ambos roles un sentido de descentralización y de mayor autonomía, e incluso de una nueva división territorial.
Estos procesos pueden abordar el descontento con el centralismo, especialmente en regiones con provincias que históricamente han estado al margen de las discusiones, como ocurre con Palena y Chiloé. Pero es el mismo descontento de ciudades, barrios y localidades que perciben la política como algo lejano y conflictivo. Por ello, es necesario reconocer el valor del territorio. En él encontramos las experiencias, conocimientos y expectativas que deben verse reflejados en nuestras nuevas instituciones y regiones, así como en el modo en que tomemos nuestras próximas decisiones. Esto nos demandará más participación, pero también más diálogo y curiosidad por aprender de cada persona y de cada opinión.
Dr. Álvaro Román