Cuando el capital parecía volverse inmaterial por la opacidad de los flujos financieros desregulados, su dinámica especulativa y las nuevas tecnologías de transmisión de datos financieros, de nuevo la dimensión más básica de la configuración social, la tierra, aparece como la nueva frontera a conquistar por el capital. En los últimos 20 años se ha venido desarrollando un vasto y profundo proceso de acaparamiento de tierras, promovido por estados, transnacionales y actores intra regionales. La competencia por el control de los recursos naturales y la producción de alimentos, va aparejada con una creciente reconfiguración de la división del trabajo a nivel global, en la que se reproduce, para unos, la dependencia de productos primarios y para otros, el control de la transformación y de la tecnología. Pero el acaparamiento de tierras, como espacio ilimitado de valorización del capital, se contrapone a los equilibrios de regiones y comunidades con los recursos naturales. La variable del cambio climático por su parte está introduciendo factores de crisis y estrés en muchas zonas del planeta, ello tensiona aún más las consecuencias del acaparamiento de tierras. El agua es ya en este sentido el recurso vital más agredido.
En la actualidad el uso de la tierra y su propiedad son factores críticos en la búsqueda de nuevos equilibrios sociales y eco sistémicos, pero siguen siendo considerados en una lógica de libre cambio y libertad de propiedad con usos decididos sólo por lógicas de rentabilidad mercantil.
Entre 2001 y 2011, dos millones de kilómetros cuadrados fueron vendidos o alquilados. Sólo en 2010 se detectaron cuatrocientos cincuenta mil kilómetros cuadrados, de los cuales un setenta por ciento ubicados en África.
No es casual que proyectos de investigación internacionales estén preocupándose del asunto. La coalición para la protección del patrimonio genético de África (Copagen) , contraparte de Reinventerra, viene desarrollando un estudio participativo en 9 países de África del oeste, sobre la adquisición masiva de tierras agrícolas y su impacto en la seguridad alimentaria en las poblaciones locales. Por otro lado, también la atención se está volcando sobre la relación entre acaparamiento de tierras y acumulación de capital. Mediante una investigación, coordinada en Canadá en 7 países de América Latina se analizó la evolución de la adquisición de tierras y su uso. (Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Guatemala, México), destacándose el análisis de los actores, la revisión de conceptos clásicos como los de la FAO y los factores estimulantes del acaparamiento. Otro proyecto analizó 73.000 concesiones de tierras (Brasil, Camboya, Colombia, Filipinas, Indonesia, Liberia, Mozambique, Perú) identificando la creciente conflictividad social y la expansión de usos relacionados con la explotación de recursos naturales. Estos temas son sin duda cuestiones estratégicas para nuestra región, el vector más fuerte en el acaparamiento de tierras, en este caso por multinacionales, es la minería.
En Chile el 41% por ciento del territorio está concesionado bajo formas de exploración y explotación, en Perú el 21% y en Argentina un 37%, por mencionar nuestras realidades más próximas. Estas dinámicas poco conocidas y poco investigadas son objeto de atención cuando estalla algún conflicto social, sin embargo sus impactos profundos y de largo plazo deberían ser tomados en cuenta, investigados y discutidos nacionalmente.
En Chile el 41% por ciento del territorio está concesionado bajo formas de exploración y explotación, en Perú el 21% y en Argentina un 37%, por mencionar nuestras realidades más próximas. Estas dinámicas poco conocidas y poco investigadas son objeto de atención cuando estalla algún conflicto social, sin embargo sus impactos profundos y de largo plazo deberían ser tomados en cuenta, investigados y discutidos nacionalmente.
Las cuestiones que aparecen poco a poco detrás de la opacidad del proceso de acaparamiento, son reveladoras de un conjunto de problemas que recién se están poniendo en evidencia.
Para comenzar el papel y la consistencia de los estados nacionales, frente a una dinámica de enajenación del territorio que cuestiona sus competencias en materia de soberanía, defensa de comunidades y territorios, aplicación y promoción de derechos. La irresistible lógica del capital parece hacer retroceder toda capacidad de regulación, de planificación y de promoción de modelos socioeconómicos socialmente más justos y sostenibles.
En estas condiciones se hace difícil que procesos de democratización, descentralización y desarrollo sostenible se abran paso, cuando la base misma sobre la que deberían desplegarse ha sido capturada, determinando la suerte del territorio y sus habitantes.
Una nueva discusión comienza a emerger sobre la propiedad, el uso y la gestión del territorio que parecía cerrada desde el siglo 19 que validó la propiedad privada del suelo como único fundamento de la relación con este. Pero aquí no hablamos de una casa, un bien inmueble, de una pequeña o mediana propiedad agrícola, hablamos de miles de hectáreas manejadas por holdings internacionales para quienes esas superficies son un punto en el mapa de sus inversiones globales. Se trata de enorme superficies enormes con todo lo que contienen, determinadas por inversiones mineras que se constituyen en estados privados dentro de los estados nacionales.
También intervienen en esta apropiación intermediarios, estados nacionales con capacidades globales y gobiernos nacionales a la pesca de recursos frescos, que no vacilan en liquidar zonas estratégicas en recursos naturales y potencial geo económico (infraestructura, alimentos, pesca etc.)
El argumento desarrollista clásico, todo es mercado y explotable, contra los supuestos ingenuos que plantean la necesidad de innovar en materia de consumo, producción, regulación y equilibrio con el ambiente, es un falso debate. No se trata de ideas abstractas contra la lógica de la progreso, se trata de dinámicas contradictorias planteadas por actores reales de carne y hueso, por nuevos conocimientos que son ignorados por el cálculo tradicional de los beneficios del capital. De lo contrario no estaríamos discutiendo sobre cambio climático y producción, sobre agua, ambiente y minería, sobre contaminación y patologías humanas, incluidas las originadas en explotación intensiva de recursos agrícolas, mineros y animales.
La relación entre las comunidades humanas y el territorio base de la evolución social sigue siendo una cuestión fundamental, ocultada durante una larga fase histórica dominada por las ideas de industrialismo, progreso material y de recursos ilimitados. Es imposible regresar a una época dorada, inexistente por lo demás, hacia adelante tampoco hay utopías de llegada. Sólo cabe una discusión abierta, seguida de medidas reales, sobre cómo organizar y regular de la mejor manera posible, dentro de parámetros perfectamente identificables en la actualidad, la relación entre nuestros modos de vida y el territorio dónde ello se desarrolla. Es obvio que la reducción del debate a cuestiones de competitividad, posición en el mercado global e inversión de capital, es insuficiente para dar cabida a los nuevos problemas. El acaparamiento de tierras está al centro.
* El autor además es director del Polo Latinoamericano Proyecto REIVENTERRA|http://146.83.211.79v2/
Fuente: http://eldesconcierto.cl/