Mayo, mes del mar… ¿y del olvido territorial?
Opinion

Cada mes de mayo, Chile rinde homenaje al mar evocando el Combate Naval de Iquique, en la Guerra del Pacífico. Desfiles, ceremonias y campañas educativas marcan lo que se ha denominado el “Mes del Mar”. Sin embargo, más allá de la épica militar, esta conmemoración parece omitir una dimensión fundamental: la compleja y muchas veces conflictiva relación entre las comunidades costeras y un modelo de desarrollo que mercantiliza el litoral chileno.

Chile es, sin duda, un país marítimo. Con más de 100 mil kilómetros de costas incluyendo islas, fiordos y canales, el mar no sólo define nuestra geografía, sino también nuestras economías locales y culturas ancestrales. No obstante, el modelo de desarrollo imperante ha intensificado su lógica extractivista que amenaza tanto la biodiversidad marina como el tejido social costero.

La expansión de la acuicultura industrial, por ejemplo, ha generado una presión creciente sobre los ecosistemas y ha provocado conflictos con comunidades indígenas y pescadores artesanales, actores históricamente marginados de la toma de decisiones sobre el uso de la zona costera.

Este mes debería ser una oportunidad para preguntarnos ¿qué tipo de relación queremos establecer con nuestro mar? ¿Es sólo una fuente de riqueza económica o también un espacio transcendental para la vida social, cultural y ecológica de las comunidades? La historia reciente muestra que los derechos de uso sobre este espacio no han sido distribuidos de manera equitativa: mientras las grandes empresas gozan de concesiones estables y rentables, los pueblos indígenas recién comienzan a ser reconocidos mediante instrumentos como los Espacios Costeros Marinos para Pueblos Originarios (los ECMPO), cuya implementación ha sido lenta, burocrática y conflictiva.

Mayo, entonces, debería ser también un mes para repensar nuestro vínculo con el mar. Más que ensalzar heroísmos militares, urge abrir un debate sobre la gobernanza territorial costera, la justicia ambiental y la sostenibilidad.

Proteger el patrimonio marítimo-costero no es sólo cuestión de conservar especies o paisajes; es también salvaguardar modos de vida, saberes y vínculos comunitarios que han sido históricamente invisibilizados.

Es tiempo de dejar de mirar el mar sólo como una fuente de recursos ilimitados y comenzar a reconocerlo como un territorio vivo, complejo y compartido. Solo así el “Mes del Mar” podrá ser realmente un mes con sentido de presente y de futuro para las comunidades costeras del país.

Por Alejandro Retamal, investigador del CEDER.

*Publicada el 8 de mayo de 2025 en el Diario Austral de Osorno

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