Que educar no nos cueste la vida
Opinion

El Colegio de Profesores de Chile convocó a una movilización nacional el lunes 24 de marzo, en respuesta a la seguidilla de agresiones físicas y sicológicas contra docentes. Se trata de un fenómeno complejo que ha crecido en el país en las últimas décadas y Osorno no es la excepción.

Uno de los aspectos más preocupantes de la violencia escolar hacia los docentes es que, en muchos casos, este comportamiento se normaliza dentro del entorno educativo. Los profesores, en su labor de educar y guiar a los alumnos, se están convirtiendo en blanco de agresiones, golpizas, burlas y descalificaciones. Esto no sólo impacta su salud mental y emocional, sino también puede llevar a una disminución en su efectividad profesional. La falta de respeto y la agresividad hacia los docentes puede provenir de los mismos estudiantes, pero también de padres de familia que, en ocasiones, no comprenden el rol de los profesores o desestiman su autoridad.

Las causas de esta violencia son multifactoriales. En algunos casos se relacionan con la falta de disciplina en el hogar, donde los niños y adolescentes no aprenden a respetar la autoridad. Otros factores incluyen el entorno social y económico, la influencia de los medios y la cultura de la violencia que se ha normalizado a través de las redes sociales. En un mundo donde la agresividad es a menudo glorificada, es fácil que los niños y jóvenes adopten comportamientos violentos como una forma de resolver conflictos o expresar frustración.

Las consecuencias de la violencia escolar hacia los profesores son devastadoras. Muchos docentes sufren de estrés, ansiedad y depresión como resultado de estas experiencias. Algunos llegan a abandonar la profesión debido a la insostenibilidad del ambiente laboral. Esto, a su vez, repercute en la calidad educativa, ya que la desmotivación y el miedo pueden afectar la manera en que los profesores se relacionan con sus alumnos y el compromiso que tienen con su trabajo.

Es fundamental abordar este problema desde múltiples frentes. Las instituciones educativas deben implementar programas que promuevan el respeto y la convivencia pacífica, así como ofrecer apoyo sicológico a los docentes que enfrentan situaciones de violencia. La formación en competencias socioemocionales tanto para alumnos como para profesores puede ser una herramienta valiosa para fomentar un clima escolar positivo.

Asimismo, es crucial involucrar a los padres en este proceso. La comunicación entre la escuela y el hogar es clave para crear un entorno en el que se valore el respeto y la empatía. Solo a través de un esfuerzo conjunto se puede erradicar la violencia escolar y garantizar un espacio seguro y saludable para todos los actores involucrados en el proceso educativo. La educación debe ser un espacio de aprendizaje y crecimiento, no de miedo y agresión.

Por Mario Sandoval, investigador del CEDER.

*Publicada el 27 de marzo de 2025 en el Diario Austral de Osorno.

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